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Los niños nacen en completa libertad de acción pero necesitan ser socializados para que puedan participar de una sociedad que está conformada por reglas y normas como parte de sus proceso de inmersión.

Los límites son no solo necesarios sino imprescindibles en la vida de todo niño, pues como se mencionaba al inicio, nacen con total libertad de acción y es a través de las normas de comportamiento como ellos van modelando de forma adecuada sus actitudes y finalmente, su personalidad.

Los padres y madres de familia deben conocer formas adecuadas de poner límites, pues estos son muy diferentes de la agresión, ellos deben saber muy bien qué hacer cuando sus hijos incurren en conductas negativas, como por ejemplo un berrinche, algo tan común en la infancia y a la vez tan molesto. Si los padres corresponden a lo que el niño está solicitando, continuará haciendo berrinches pues sabe que va a obtener una ganancia con esto, llamando la atención de sus progenitores, conseguir lo que desea.

Este tipo de conductas son inaceptables y se hace necesario extinguirlas. El niño debe aprender a aceptar en forma tranquila las negativas y para ello los padres deben conversar mucho con él-ella, explicarle el por qué de cada cosa. Vale la pena aclarar que muchos padres amenazan a sus hijos con castigos que nunca se llevan a cabo. El niño aprende que todo se queda en la amenaza y que nunca lo va a castigar, lo cual está mal, pues si al niño se le ofrece un castigo como consecuencia de una conducta negativa en la cual incurre, se hará necesario cumplir aplicándoles el castigo ofrecido, por eso es importante saber que ese castigo que estamos imponiendo lo podemos mantener.

Igualmente si se le ha ofrecido un premio por realizar una tarea o mantener una conducta positiva por determinado tiempo o situación, se le deberá entregar dicho premio. Así el niño aprende que cada conducta tiene una consecuencia y empezará a optar por las conductas que lo proveen de estímulos positivos.

Una buena comunicación entre padres e hijos son el éxito en la vida cotidiana, los niños necesitan ser guiados asertivamente, con cariño y comprensión. Padres muy autoritarios o demasiado permisivos ayudan a que el niño llegue a tener una pobre autoestima o comunicación con sus iguales o adultos.

Los padres autoritarios, dictadores, son los que imponen y no respetan las necesidades de los niños, provocando que el niño no confíe en sí mismo, dependencia, lesionando su autoestima.

Cuando los padres son permisivos los niños tienden a concentrarse en sí mismos no respetando a los demás, lo único que esperan es que se cumplan sus deseos y caprichos, no generan responsabilidad ni autodisciplina causando rechazo hacia las demás personas.

Los niños necesitan padres fuertes, seguros, comprensivos, que les de confianza donde puedan participar en la toma de decisiones, en la elaboración de límites proporcionales con la situación de manera armoniosa y responsable para todos.

Fuente de Información:

Patricia Guendel G.

Psicopedagoga – Máster en Estimulación Temprana