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Como padres de familia muchas veces nos formamos la idea de que los hijos deben tener lo mejor de lo mejor, cueste lo que cueste. Pero debemos pensar que lo más importante es la salud física, emocional y su estabilidad.

Muchas veces los padres presionan mucho a los hijos y consideran que no es suficiente, lo hacen en la escuela exigiendo siempre buenas notas y creen que exigiendo cada vez más siempre van a tener un buen rendimiento, así mismo lo hacen en otras áreas de la vida como el deporte, la música, entre otras. Lo que no saben es que toda esta presión más bien es causante de estrés, frustración y ansiedad emocional. 

En muchos casos por la presión ocasionada por los padres,  los niños dejan de ser niños y empiezan a brincarse etapas de la vida por la presión que viven diariamente.  

El tener altas expectativas en los hijos puede ser saludable, pero el ejercer presión constante en los niños es perjudicial para ellos, a corto y largo plazo.

  • Los niños se vuelven más introvertidos e inseguros debido a la presión ejercida por los padres. Llegan a sentirse que no son suficientemente importantes a menos a que cumplan con la perfección. Y es algo que no es posible.
  •  Los niños muchas veces llegan a desarrollar estrés y problemas de comportamiento por las altas expectativas de los padres. Este estrés puede traer consigo: arrebatos de ira, depresión, querer estar solos, dolores de estómago, entre otros.
  • Cambios de humor constantes. El hacer entender al niño que todo necesita corrección puede que se sienta avergonzado y si esto ocurre de manera continua este sentimiento se va convirtiendo en resentimiento.
  • Desarrollo de baja autoestima. El no reconocer sus logros ocasiona una  ausencia de autonomía y motivación. Esto produce como consecuencia que tengan una mala imagen de sí mismos.

¿Qué hacer para no presionar a los hijos en exceso?

  • Los niños no son adultos. Aunque el niño aparente ser maduro intelectualmente se debe tener en cuenta que sigue siendo un niño a la hora de establecer los niveles de exigencia.
  • Demostrarles apoyo y amor, que se sientan valorados y no solo exigidos.
  • Compartir momentos especiales y brindarles calidad de tiempo para pasarlo bien juntos, hablar, reírse y que las conversaciones no sean solo para hacerle saber al niño cómo debe comportarse.
  •  Brindar autonomía en lugar de controlar todo lo que hacen y dejar que tomen decisiones.

Fuente de información:

Licda. Norma Astúa González

Psicóloga

Cod.5458