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La lactosa es el principal carbohidrato presente en la leche y en todos los mamíferos incluyendo las mujeres la producen en distintas proporciones y según las necesidades de la cría de su especie.

 

La leche materna es rica en esta azúcar ya que tiene una función primordial para el desarrollo del bebé. Además de aportar energía al infante, está directamente relacionada con el desarrollo del sistema nervioso del bebé y el crecimiento de su cerebro.

 

Facilita la absorción de calcio y hierro y promueve la colonización intestinal con lactobacillus bífido ayudando a mantener el intestino del bebé recubierto y protegido de otros gérmenes como bacterias, hongos y parásitos.

 

El aporte de lactosa en la leche materna favorece que las heces del lactante sean suaves y previene el estreñimiento.

 

Para que el cuerpo pueda procesar la lactosa y beneficiare en este nutriente debe ser separada en sus componentes esenciales: glucosa y galactosa. Este proceso de desdoblar requiere de una enzima especializada que se llama LACTASA. La lactosa es como una tijerita que corta la lactosa y la hace disponible a nivel celular.

 

Cuando un bebé nace, normalmente su intestino es inmaduro y es muy común que no tenga toda la enzima necesaria para procesar las altas concentraciones de lactosa de la leche de su madre. Esta “intolerancia temporal” ocasiona malestares como cólicos, gases, distención abdominal, irritación del área del pañal o incomodidad general. Esto genera gran ansiedad en los padres, más no es razón para suspender la lactancia materna que a largo plazo tiene más beneficios en la salud y el desarrollo de su hijo.

 

Conforme el intestino del bebé madura (puede tomar algunas semanas), logrará procesar cada vez mejor la lactosa y los síntomas cederán paulatinamente. Una forma de ayudar al bebé a lidiar con este proceso es asegurarse que mame correctamente, con una adecuada técnica y posición, es muy importante asegurarse que se vacíe muy bien el primer pecho antes de ofrecer el segundo, pues la mayor cantidad de lactosa se encuentra en la primera porción de leche que sale durante la toma.

 

La “famosa” recomendación de amamantar 10 minutos de cada lado es inadecuada y obsoleta pues empeora el problema de los bebés que presentan cierto grado de intolerancia a la lactosa y afecta la lactancia en general. Dejar al bebé en el primer pecho por periodos más largos puede ayudar a enfrentar mejor el problema.

 

El masaje infantil, la posición de “pancita” por períodos cortos, sacar correctamente el aire al bebé durante la toma y el apoyo a la madre serán la clave para superar esta etapa.

 

Si un bebé no presenta este problema y sufre de una infección que le provoca diarrea, es posible que temporalmente sufra de intolerancia a la lactosa y poco a poco su cuerpo recuperará su funcionalidad si se continúa amamantando al niño de forma normal.

 

Muchos niños después de los 3 años pueden tener una disminución importante de lactasa y por lo tanto empezar a presentar problemas de intolerancia a los lácteos. En estos casos lo ideal es cambiar los lácteos frescos como la leche y el queso fresco (más ricos en lactosa) por un producto que ha pasado por el proceso de separación de la lactosa y se llama deslactosado.

 

Si el niño continúa con los síntomas como dolor abdominal, diarrea, náusea o distensión abdominal el siguiente paso es eliminar los productos lácteos más procesados como los quesos maduros o el yogurt y utilizar toda la línea completa de productos deslactosados.

 

Si un niño que no tiene problemas de intolerancia, recibe productos deslactosados o no recibe productos lácteos por un periodo de tiempo importante, lo más seguros es que perderá la capacidad digestiva de procesar lo lácteos como sucede en un porcentaje de la población adulta del mundo.

 

La intolerancia  a la lactosa debería ser manejada de forma integral por el médico, el nutricionista y el consejero de lactancia según la edad del niño y el grado de intolerancia que presenta.

 

Fuente de Información:

Ingrid Broitman Tropper

Nutricionista y Consejera en Lactancia Materna