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La nutrición en todas las etapas de la vida es de suma  importancia, pero particularmente durante el embarazo. En este periodo de la vida, crítico para el niño y para la madre, es que el cuerpo de cada uno requiere de nutrientes para crecer y para adaptarse a los cambios propios del desarrollo.

Una mujer que esté bien alimentada y cuya dieta durante el embarazo contiene los nutrientes en cantidad, calidad y proporción suficientes para satisfacer sus requerimientos aumentados, es más probable que tenga menos complicaciones durante el embarazo, parto y el postparto. Se espera que logrará dar a luz  un bebé más saludable y estará en mejores condiciones físicas después del parto, que de una mujer en estado de desnutrición o con sobre peso. También sabemos que una buena nutrición es la base de una lactancia exitosa. Sin embargo, es difícil tener patrones comparativos de diferentes niveles de ingesta de nutrientes de la madre y el feto debido a la independencia entre lo que se consume  diariamente  y otros factores ambientales y aspectos socioeconómicos, muchos de los cuales también pueden afectar el proceso reproductivo posterior de la mujer y el desarrollo físico e intelectual de sus hijos.

Tomando en cuenta, la notable capacidad del cuerpo para ajustarse  a los cambios fisiológicos y al aporte lógicamente aumentado de nutrientes que debe recibir durante el embarazo, debemos dejar claro que una buena nutrición no se trata de ingerir alimentos en grandes cantidades, sino una dieta más cuidadosamente seleccionada, idealmente por un experto en nutrición humana, trabajando en equipo con su médico. Los cambios maternos que acompañan el estado grávido  proporcionan un alto grado de protección al feto. Se da un aumento en el porcentaje de absorción de nutrientes y una mayor utilización de los componentes de la dieta.

Hay una fuerte evidencia de que una dieta materna  insuficiente está vinculada con el retardo en el crecimiento del feto y el agotamiento del organismo materno por embarazos repetidos.

Los efectos de un mal estado nutricional antes del embarazo pueden compensarse en parte por medio del mejoramiento en la ingesta de una dieta completa y su requerimiento diario durante el embarazo. Por eso es indispensable un control prenatal temprano.

Debemos mencionar cómo la madre transfiere los nutrientes a su bebé, siguiendo un camino que va de la sangre materna hacia los espacios intervellosos en la placenta, a través de las membranas de las vellosidades, luego  va por los capilares placentarios hacia la vena umbilical, para finalmente llegar a la  circulación fetal. Por medio de la transferencia están implicados los factores de calidad, cantidad y la composición de la sangre de la madre la cual determina la disponibilidad de oxigeno, nutrientes y otros materiales.

Las enfermedades que pueda presentar la madre pueden alterar la transferencia  placentaria de nutrientes al feto, tales como los cambios circulatorios en la madre, hipertensión arterial, cambios hormonales y metabólicos como la diabetes puede alterar las concentraciones y la disponibilidad de nutrientes. Los déficits en el aporte de oxigeno, como ocurre a grandes altitudes o en la anemia, puede limitar el crecimiento del feto.

El feto depende totalmente del aporte de nutrientes de su madre, el feto puede sintetizar sus propios carbohidratos, grasas y proteínas pero debe tener un aporte de glucosa, aminoácidos, minerales y vitaminas. Al igual que otros mecanismos van a controlar las concentraciones de algunos nutrientes y evitarán el retorno de nutrientes del feto a la madre.

Una malnutrición durante el embarazo puede causar un bajo crecimiento fetal, bebés delgados, y muy probable enfermedades crónicas en la adultez, y una desnutrición en etapa tardía de la gestación puede causar enfermedades cardiovasculares al niño.

Es por tanto, que al inicio de un embarazo la madre debe asistir periódicamente a sus citas médicas donde se le analizará, su peso, talla, edad gestacional y su estado nutricional (desnutrición, sobre peso y Obesidad.)

Es mediante este chequeo médico cada mes, donde se podría corregir una malnutrición, dando las recomendaciones del caso, como por ejemplo: las recomendaciones  de los especialistas, en cuanto a la ingesta de ácido fólico. Lo ideal es haber comenzado con la ingesta de ácido fólico tres meses antes de quedar embarazada, si esto no se llevó a cabo, el médico lo suplementa durante el embarazo, para evitar malformaciones en el bebé.

Por otro lado la malnutrición puede darse por un consumo excesivo de calorías (dieta hipercalórica) o por un consumo mínimo de calorías (dieta hipocalórica), dependiendo de esto se debe corregir.

Ambos casos se deben a un desequilibrio del uso de las calorías de acuerdo con el gasto energético y necesidades de aumentar la ingesta de nutrientes, minerales y vitaminas durante el embarazo sin tener la supervisión de un profesional en nutrición, teniendo solo por base el dicho “durante el embarazo se debe comer por dos” o en el caso contrario :  “no coma por dos porque engordará por tres”.

Para evitar complicaciones en la madre y desarrollo del bebé se debe tener en cuenta, llevar un plan nutricional de 5 a 6 tiempos de alimentación, los cuales se dividen en tres tiempos principales: desayuno, almuerzo y cena, donde deben incluir proteína (pescado, pollo, huevos, res), carbohidratos (arroz, tubérculos, pasta)  vegetales y por último las meriendas como (frutas, lácteos y carbohidratos). Es primordial el consumo de hierro, para evitar anemias tanto en la madre como en el feto, al igual que la ingesta de vitaminas A, B, C y el zinc. El consumo de agua es muy importante para evitar infecciones urinarias y una deshidratación.

La nutricionista será la encargada del control de calorías diarias y del aporte de macro y micro nutriente, vital para el aumento de peso armonioso de cada trimestre del embarazo. También se ocupará de dar las indicaciones sobre las cantidades de alimento en cada tiempo y así lograr un embarazo saludable y sin complicaciones a la hora del parto.

Fuente de Información:
Shirley Lázcariz
Nutricionista