Desde hace mucho tiempo se ha estudiado la importancia de que el recién nacido desarrolle el proceso de vínculo con su madre (encargada, cuidadora principal), este vínculo consiste básicamente en la disponibilidad y la “presencia” de la figura significativa para tranquilizar y atenderlo en la medida que recibe la atención de una figura constante y afectiva. Si el bebé carece de un vínculo seguro en los primeros meses de vida podría generar dificultades emocionales y conductas inapropiadas más adelante. El papel de la madre ha sido ampliamente estudiado y comentado pero no se habla tanto del rol de padre en dicho proceso.
En los últimos años se han concentrado evidencias que indican que el rol del padre es más importante de lo que se había planteando en este proceso de crecimiento, puesto que al parecer el bebé puede mejorar su capacidad de vinculación con una dinámica familiar saludable y por supuesto la ayuda del padre, ¿cómo podríamos los padres fomentar un vínculo saludable y seguro con nuestros hijos?
Los niños responden inicialmente más a la forma que al contenido: en otras palabras, las palabras más suaves, los gestos cariñosos, un tono tranquilizador permite mayor seguridad.
La presencia frecuente del padre en las primeras semanas no solo como espectador sino como partícipe del cuido del bebé.
Los padres “tranquilos” tranquilizan a sus hijos, hay que evitar transmitir nuestra angustia del día al día a los bebés.
Apoyar a la madre en momentos en que ella se encuentre agotada o angustiada permite mejorar la vinculación de ambos (padre y madre). Tener momentos a solas tanto la madre como el padre con el bebé permite que los padres también se identifiquen y acerquen a los niños. No hay que temerles a los bebés aunque sean de una apariencia tan frágil, se pueden cargar y abrazar sin temor. Aunque no hablan, cada movimiento y gesto del bebé es una manera de comunicarse (frío, calor, dolor, hambre, sueño, etc.) estar atento y responder con prontitud a dichas señales fortalece la seguridad del niño hacia sus padres.
Fuente de información:
Dr. Max Figueroa Malavassi-Pediatra, Psiquiatra Infantil.
Hospital Nacional de Niños, Dr. Carlos Sáenz Herrera.
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