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Una buena genética no lo es todo.  El sistema inmunológico en nuestros niños es lo que debemos cuidar  y el uso indiscriminado de antibióticos, el estilo de vida y la alimentación (aumento del consumo de grasas saturas, azúcares, procesados y disminución de legumbres, fibra, frutas y verduras) repercuten en el sistema inmunológico de nuestros hijos.

La malnutrición afecta a la inmunidad del niño y es mucho más común la malnutrición por excesos.  Los niños obesos tienen más probabilidades de contraer una infección. Esto se debe a que tienen alteraciones en la flora intestinal, y por su proporción de grasa, las inflamaciones son mayores.

Un sistema inmune fuerte se logrará mediante una alimentación adecuada en nutrientes y suplementarse con productos naturales de calidad (principalmente a base de propóleo, jalea real y Vitamina C) ayuda a reforzar las defensas y reducir el riesgo de resfriarse o padecer cuadros más graves como la gripe. Al mismo tiempo, es una ayuda recomendable para combatir el malestar que provocan estas enfermedades de invierno, sobre todo cuando vienen presentados en forma de comprimidos masticables o jarabes que alivian nuestra garganta.

La debilidad del sistema inmunológico se manifiesta especialmente en los niños, debido a que sus defensas aún se están formando en la etapa de crecimiento,. Estas condiciones de vulnerabilidad más el hecho de que estén insertos en grupos, favorecen su contagio por diversos microorganismos que causan generalmente afecciones respiratorias. El sistema inmune debe estar completamente entrenado para afrontar cualquier posible agresión procedente del entorno cuando uno alcanza la pubertad, que es cuando el timo (órgano que ayuda a distinguir lo propio de lo ajeno y además de ejercer una clara influencia sobre el desarrollo y maduración del sistema linfático, es clave en la respuesta de defensa del organismo), alcanza su capacidad máxima, observándose después un declive gradual tal que en la edad avanzada funciona sólo al 10% de la capacidad que una vez llegó a tener.

Durante la infancia está recomendado estimular el sistema de defensas, ya que se ha comprobado que las afecciones respiratorias repetidas durante la infancia pueden ser causa de enfermedades pulmonares en el adulto. Por tanto, el estado de salud de un niño condiciona la salud a largo plazo.

Cuando el sistema inmunológico está debilitado, el ser humano está más expuesto a sufrir diversas enfermedades o bien a agravar las enfermedades ya existentes. A eso debemos sumar que el estilo de vida actual, común en las grandes ciudades. Entre estos factores podemos mencionar la polución ambiental, el estrés, falta de ejercicio y una alimentación inadecuada que favorece las grasas saturadas, los azúcares y el exceso de sal por sobre los vegetales y frutas que contienen vitaminas, antioxidantes y otros nutrientes protectores.

Recomendaciones para aumentar las defensas:

  • Leche materna además de ser un alimento, es un sistema de comunicación entre el sistema inmune de la madre y el del bebé. Se sabe que los bebés alimentados con leche materna están más protegidos frente a infecciones agudas y crónicas y enfermedades autoinmunes. La leche materna tiene las defensas que la madre posee y estas pasan al niño, pudiendo considerarse una vacuna natural. Sus propiedades, como “medicamento” y como alimento, no disminuyen con los años sino que se adaptan a las necesidades del niño y concentran estas propiedades.
  • El efecto protector de la leche materna es constatable en lo que se refiere a otitis, enfermedades respiratorias y gastrointestinales y, en general, se relaciona con menores índices de otras enfermedades como la obesidad, la leucemia y la diabetes. La leche materna es una apuesta de salud.
  • Por tanto el mejor consejo para mejorar las defensas del niño es amamantarlo en exclusiva durante los primeros seis meses de vida, hasta los dos años como mínimo y seguir con la lactancia tanto tiempo como madre e hijo quieran, recordando que la leche materna es además de alimento, protección tantos años como la tome nuestro hijo.

Fuente de Información:

Pamela Caro Larsen,
Nutricionista