Actualmente, nos encontramos con diferentes criterios diagnósticos, nomenclaturas, formas de pensar, etcétera que provocan confusión en lo que médicos, psicólogos y psicopedagogos consideran sobre otra persona como “autismo y/o síndrome de Asperger”.
En este momento, estamos pasando por un estado de transición entre manuales de diagnóstico, lo que ha provocado confusión en quienes solo quieren saber qué tiene el niño, adolescente o adulto y cómo debe tratarse en ocasiones específicas.
Independientemente de cómo se clasifica a la persona, lo más importante es conocer la sintomatología que cierto lugar (escuela, casa, consultorio) le provoca. A su vez, no es lo mismo la forma como piensa, se comporta y siente el sujeto a una edad determinada, en un momento específico, que en otras circunstancias. Depende de su forma de adecuarse al ambiente, es decir, sus habilidades sociales ante una situación. Es esto lo que determinará el nivel de funcionamiento dentro del espectro autismo (Asperger como el mejor funcionamiento o el más alto).
El trastorno espectro autista, como se le llama científicamente, tiene diferentes “grados”, según síntomas cognitivos, conductuales y emocionales. Su forma de comportarse ante cierta situación dependerá del ambiente, las emociones y el desarrollo del pensamiento en ese momento y ante ese estímulo. Es por eso que en ciertas ocasiones la persona entra en criterios de Síndrome de Asperger y en ocasiones es más autista… o lo que para muchos sería aumento o disminución del espectro autista.
Según el actual Manual de Diagnóstico, el Síndrome de Asperger deja de catalogarse como parte de este Trastorno Espectro Autista. Sin embargo, nos preguntamos: ¿cómo se trabaja entonces esta persona que no se adapta a la sociedad, que se le dificulta descubrir lo que el otro siente o piensa, que descubre de otra manera que otros no conocen?, ¿cómo resolver “conflictos” que no todos consideramos como tales?
El Síndrome de Asperger, el Trastorno Espectro Autista o el Autismo, como se quiera catalogar, es un conjunto de síntomas que impiden a la persona comunicarse asertivamente en un momento adecuado, ya sea manifestado en una forma especial de comportamiento, un sentimiento fuera de control ante la situación, y/o un desarrollo inusual del pensamiento.
Otras características son lenguaje pedante y en ocasiones repetitivo, falta o exceso de voluntad para ejecutar acciones, hipersensibilidad sónica, visual y/o táctil, lo que impide el desarrollo cotidiano de la persona en muchos campos. Su literalidad en el momento de razonar una instrucción es el síntoma común denominador. Por ejemplo, al decir “Por favor, abra la puerta”, si la persona no se encuentra cerca de ella, no se le ocurrirá levantarse a abrirla a menos que esto no fuera previamente indicado por quien le dio la instrucción. Es por eso que el Asperger o espectro autista de alto funcionamiento aparenta usualmente no comprender la acción, pero realmente la indicación no se le da completa.
Lo importante aquí es identificar el síntoma según la edad de la persona y su circunstancia, y es con ello con lo se debe trabajar un “Programa de Habilidades Sociales”, adecuado en virtud del desempeño de la persona, comprenderla como tal, estimulando cada una de sus áreas para ser ejecutadas de la forma más asertiva.
No importa la edad de quien lo padece, es fundamental conocer a fondo las causas de lo que significa cada uno de los síntomas y qué se debe hacer según edad, sexo y circunstancias (académicas, sociales y de pareja, entre otros).
Fuente de información:
MSc. Marisol Trejos A
Psicóloga – Psicopedagoga
Fundación Autismo Feliz
Costa Rica
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