El mejor alimento para un bebé es la leche de su madre. Muchos de sus beneficios son bien conocidos, pero en esta ocasión quiero recalcar su importancia en la prevención de las alergias alimentarias.
El cuerpo de un recién nacido es frágil e inmaduro en muchos aspectos y por eso cuidamos de no exponer a nuestros pequeños a sustancias que puedan dañarlos. Compramos productos “hipoalergénicos” con el fin de evitar que reaccionen negativamente ante fragancias, cremas o telas. Sacamos a la mascota del cuarto y utilizamos jabones especiales para lavar su ropita.
Con los alimentos que recibe el bebé durante su primer año de vida deberíamos tener las mismas precauciones.
El Sistema digestivo del recién nacido y en general de los niños menores de un año se encuentra en proceso de maduración. Durante esta época debemos tener especial cuidado con los alimentos que ofrecemos. Un bebé o niño pequeño es mucho más propenso a padecer alergias alimentarias que un niño mayor o un adulto.
En este periodo tan crítico e importante, la leche materna juega un papel fundamental y funciona como un escudo protector contra las alergias alimentarias. Su composición es perfecta, de fácil digestión, absorción y altamente nutritiva.
Las proteínas que están contenidas en la leche materna tienen un tamaño ideal para que el cuerpo del niño las digiera y no reaccione ante ellas. Alrededor del 1.3% de los niños reaccionan negativamente ante proteínas más grandes como las de origen bovino provocando respuestas exageradas de su sistema inmunológico. Además de evitar al máximo la leche de vaca y soya de los primeros meses, se tiene que tener especial cuidado con el huevo, el trigo y las nueces. Estos alimentos se deben introducir idealmente después del primer año, principalmente en niños con una fuerte predisposición genética para las alergias (padres o hermanos muy alérgicos).
La reacción del organismo ante estas proteínas, puede desencadenar una alergia alimentaria con síntomas a nivel digestivo como cólicos, estreñimiento o colitis, dermatológicos como urticaria, dermatitis atópica o eczema y respiratorios como rinitis o tos crónica, entre otros. En algunos casos la reacción es inmediata y aguda y en otros casos pueden pasar varios meses hasta que se reconoce la causa que afecta la salud del infante. Algunas veces los síntomas son parecidos a los de la gripe, se tratan como tal y el niño que siempre tiene mocos y tos podría tener una alergia alimentaria que no se diagnóstica hasta varios años después.
La leche materna es el único alimento que deberían recibir todos los bebés desde el primer momento y hasta los seis meses de edad. A partir de ese momento se debe iniciar la introducción de alimentos sólidos poco alergénicos de forma paulatina sin olvidar que la leche materna es la principal fuente de nutrientes durante el primer año de vida del bebé.
Cuando un bebé amamantado tiene síntomas de alergia, lo indicado como primer paso es eliminar todos los productos lácteos de la dieta de la madre y no suspender la lactancia materna. En algunos casos más serios será necesario que la madre elimine algunos otros alimentos como el huevo o el gluten.
El personal de salud debería dar a la madre todas las herramientas necesarias en cuanto a educación, motivación y apoyo para que la mujer logre una lactancia exitosa desde el nacimiento de su bebé hasta el destete definitivo idealmente después de los dos años.
Consulte con su médico sobre las implicaciones que puede tener el uso de alimentos a base de leche de vaca o soya en la salud de su hijo antes del primer año de vida.
Con empeño y educación en lactancia materna, muchos bebés se ahorrarán visitas frecuentes al médico, exámenes exhaustivos y consecuencias en su salud que pueden acompañarlos por siempre.
Fuente de Información:
Ingrid Broitman Tropper
Nutricionista y Consejera en Lactancia Materna.
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