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Recomendaciones:

  • Haga saber a todos los miembros de la familia que las normas se establecen porque son útiles para convivencia familiar, el bien común (ayudar en las tareas de la casa, no estropear los muebles) o individual (hora de aseo e ir a la cama, hacer los deberes).
  • Las normas deben tener un motivo e ir acompañadas de una explicación clara.
  • Utilice un lenguaje sencillo y adaptado a la edad del niño o niña.
  • Asegúrese de que su hijo o hija comprendieron la norma (qué hay o qué no hay que hacer) y el por qué.
  • Adapte las normas a la edad de niño o niña y enséñeles cómo hacer para cumplirlas. Recuerde supervisar.
  • A partir de los 5 a 6 años se puede dialogar, pactar y realizar acuerdos con las normas y límites. Hacerles participar en el establecimiento de las normas y límites estimula la capacidad de decisión de los niños, les hace sentir importantes y facilita su desarrollo social y el sentido de la responsabilidad. Así como también estimula y aumenta su disponibilidad y motivación para cumplir los acuerdos.
  • Elija un buen momento para establecer las normas. No es útil poner normas cuando se está cansado, enojado o nervioso, ni tampoco cuando el niño esté entretenido con otras cosas.
  • Establezca las normas en un ambiente de cariño e interés por el bien del niño o la niña.
  • Evite imponer normas de forma excesiva. Si el niño tiene muchas normas, posiblemente no pueda cumplirlas todas y se sienta presionado.

Recuerde que los niños también necesitan tiempo de descanso y disfrute, pues es imprescindible para su desarrollo, además de un derecho en la infancia.

Sanciones:

Además de marcar límites, puede aplicar sanciones si decide saltarse las normas, esto también le ayudará al niño a autorregular su comportamiento y controlar sus emociones.

  • Las sanciones deben ser calaras y predecibles. El niño debe saber previamente qué consecuencias conlleva el incumplimiento de las normas.
  • Las sanciones deben ser proporcionadas, no prolongarse en el tiempo y tener un sentido reparador del daño. Con frecuencia se piensa que si los castigos “duelen” serán más efectivos y se garantizará que no repita cierta conducta. Pero cuando se llega a castigar a los niños de manera dolorosa (un golpe, gritos, insultos) provocamos culpabilidad, tristeza y enojo. Estos sentimientos claramente no le permiten al niño pensar acerca del daño causado, ni tampoco le ofrecen una alternativa para reparar de otra forma su error.
  • Se deben aplicar inmediatamente después de que se ha incumplido la norma y de manera consistente. Es importante que en las familias con dos progenitores, ambos estén de acuerdo con las normas y las sanciones, tanto en su contenido como en su duración. Ya que si el niño percibe contradicciones no tomará en serio a sus figuras de autoridad.
  • Mantenga un tono de voz firme, no enojado. Hable a su hijo mirándole a los ojos (si es necesario agáchese al nivel de niño).

Recuerde que lo que se desaprueba es la conducta y NO el niño.

Fuente de información:

MPsc. Silvia González Céspedes
Psicóloga Clínica
Costa Rica