Alguien inventó que las hay blancas, las hay inocentes y hasta piadosas, pero la verdad es que las mentiras son simplemente lo mismo: lo contrario a la verdad.
Lastimosamente las mentiras son un cuento de nunca acabar a través de los años, generaciones y edades. Tampoco es cierto que los borrachos y los niños no las dicen. Cada vez la edad de la aparicion de la “técnica de modificacion de informacion”, (por decirlo elegante) es más temprana y parece irse profesionalizando con la edad.
Aprendido y heredado:
- Los niños muy tempranamente comprenden que ante una situación de dificultad, acomodar la información puede ser una solución eficaz para evitar un castigo. Máxime si han tenido la oportunidad de presenciar algún ejemplo en su hogar de como mentir.
- Los adultos muchas veces aún en cosas insignificantes, mentimos inconscientemente y ni siquiera nos percatamos de ello y menos aún que hay niños captando cada gesto y frase que usamos.
- “Dile que estoy ocupado”… “No le diga a la maestra…” “Es que se me olvidó…” son frases cotidianas que si bien no son “mentiras graves” ( según la categorización mundial de las mentiras) son excusas que denotan falta de veracidad y transparencia, las cuales van formando el criterio que aún de adultos defendemos de que “no es para tanto” y que “todo mundo lo hace”.
- De no ser tan importante, no estaríamos viendo como cada vez más pequeños los niños ofrecen una variedad de justificaciones y excusas muy bien planteadas para poder defender sus razones de actuación. Al igual que cualquier habilidad con mucha práctica llega a ser un talento, la mentira inocente no disciplinada puede llegar a ser un defecto de por vida.
Autoanalícese:
- Tome el tiempo para escucharse a sí mismo, sus conversaciones, expresiones y temas más tratados diariamente delante de sus hijos. Sea sincero consigo mismo y no minimice como poco importante esos detalles que sabe que no debe omitir.
- Nada de novelas: si hay un programa de estimulación temprana enfocado a la intriga, la mentira y el engaño son las novelas. Toda la trama se basa en eso, su efecto es adictivo y así como los adultos no se quieren perder lo que vendrá, los niños que están escuchando (aún cuando parezca que están ocupados jugando) perciben cada detalle.
- No permita mentiras: es de importancia primordial el aplicar una consecuencia ante la falta de verdad de los niños. Hágale sentir lo doloroso que es recibir una mentira. Ejemplo, prométale algún juguete o paseo y luego no le cumpla, y permítale expresar su sentimiento de enojo ante su falta de verdad y aproveche para enfocar su decepción como efecto de una mentira, así comprenderá en su propio sentir el dolor causado por falta de veracidad.
- Ofrezca un ambiente de apertura: muéstrese abierto a escuchar la versión real. Con sus gestos y postura no asuste o advierta al niño de que debe mejor buscar una solución a través de la mentira. Desarrolle el arte de la ecuanimidad y autocontrol. Luego analicen juntos las consecuencias y cúmplalas.
- Sea constante con lo anteriormente expuesto y verá que su hijo no adoptará el mal hábito de la mentira.
Muchos conocemos adultos que llegan a vivir en una mentira, lo peor es que ellos mismos creen sus mentiras hasta en instancias legales donde las defienden y finalmente se descubre la verdad. Probablemente todo eso empezó con una “mentira inocente” que fue ignorada.
Fuente de información:
Msc. Glynnis Porras
Especialista en Atención Temprana
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